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Soy Edlisa Silva Gonçalves Santos Cardoso, nací el 7 de octubre de 1997 en Cabo Verde (Ilha do Maio) en una zona llamada Figueira. Soy hija de Ilídio Gonçalves Santos Cardoso y Maria José dos Santos Silva Tavares. Fui educada por mi abuela paterna cuando tenía tres años y dos años después ella falleció (víctima de una enfermedad). Después de su muerte seguí allí con otros seis primos, siendo educada por mi tía paterna y mis dos tíos. Fui bautizada el 12 de mayo de 2004 e hice mi primera Comunión el 29 de junio de 2007 en la parroquia de Nossa Senhora da Luz. En 2013 recibí el sacramento de la Confirmación y fue un día muy memorable para mí. Desde pequeña fui criada en la fe cristiana y acudir a la Eucaristía siempre fue algo muy fuerte en la familia donde vivía. Aunque en mi zona no teníamos Eucaristía todos los domingos, intentábamos ir a zonas vecinas. Formé parte de algunos movimientos parroquiales como: catequista, grupo coral, legionarios, grupos juveniles, entre otros.

En 2017 conocí a las Hermanas Esclavas de la Sagrada Eucaristía y de la Madre de Dios y participé en un campamento de verano. Fue entonces cuando sentí la llamada a la vida religiosa. Después de hacer un discernimiento terminé ingresando al convento de las hermanas, el 10 de septiembre de 2017. Hice mi camino vocacional en la Isla de Santiago, Palmarejo (Miraflores) como aspirante, luego vine a Portugal en 2018 para continuar los pasos. siguientes: postulantado y nociviado. Profesé el 5 de septiembre de 2021 y fui enviada a una misión en Cabo Verde (Ilha do Maio). Actualmente me encuentro en la comunidad de Braga (Portugal) donde estoy realizando una experiencia misionera con los niños y empleados de nuestro centro educativo “Externato Paulo VI”, continuando también mis estudios académicos.

Soy Esclava de la Eucaristía desde hace casi siete años y para mí es una alegría pertenecer a esta familia que Dios me regaló, lo que me ayuda a sumergirme cada vez más en el Misterio de la Eucaristía. Ser Esclava de la Eucaristía significa tener la experiencia de enamorarse del Amado y renovar este Amor en la Eucaristía y en la Adoración diaria. Es tener la oportunidad de estar a solas con el Amado y poder contemplarlo cada día en la Hostia consagrada. Lo que más me fortalece de estar aquí en esta Congregación es esta experiencia del encuentro que tengo diariamente ante Jesús Sacramentado. Hice voto de Adoración y esto, para mí, es una gracia; es un orgullo; y es un tesoro recibido. Me siento feliz de ser Esclava de la Eucaristía por el carisma que nos legó Madre Trinidad y por las hermanas que Jesús me regaló. Ser esclava de la Eucaristía significa también aprender de Aquel que dio a luz a Jesús en su vientre. Es imitar a la Virgen María y “correr apresuradamente” con ella para llevar la buena nueva, la alegría, al corazón de aquellos que Dios pone en nuestro camino. Es hablarle a la gente acerca de Jesús en la Eucaristía y conducirlos a Jesús. Es tener agallas de madre para acoger a quien llama a nuestra puerta. Esta es mi experiencia que he tenido y que estoy teniendo como Esclava de la Eucaristía. Si tuviera que nacer 27 veces sería Esclava de la Eucaristía 27 veces.

Vivir este centenario, para mí, significa hacer memoria agradecida del pasado, confiar a Dios el tiempo que estamos viviendo y dejar en sus manos el futuro que nos espera. Para mí es una alegría inmensa saber que soy la generación de este centenario. Aunque llevo poco tiempo en la Congregación, me enorgullece saber que el Sueño de Dios a través de la Madre Trinidad ha llegado a mi querida Isla de Maio. Celebrar 100 años es un camino largo, pero lleno de vida que deja una huella significativa en la vida de muchos hermanos. Es caminar por caminos tortuosos, pero confiado en que con Dios todo es posible. Es mirar a mi Congregación como una historia de Salvación y decir como el salmista “el Señor hizo maravillas con su pueblo” Sal.125. Este centenario, para mí, confirma cada vez más que la Obra es efectivamente de Dios y es Él quien dirige este barco a través de instrumentos frágiles y pecaminosos, pero potenciados por la gracia divina. En definitiva, vivir este centenario significa también comprometerme en este camino continuo, llenando con mi vida las páginas del libro, dejando una huella positiva para las generaciones futuras.

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