Conocida como Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, esta fiesta honra a Jesucristo, verdadera y realmente presente substancialmente bajo las apariencias del pan y del vino.
Madre Trinidad, como fervorosa enamorada de la Eucaristía, vivía esta fecha con especial júbilo. Ayunada la víspera, menos las religiosas que se dedican a la vida activa, estas, estaban dispensadas de todo ayuno, lo mismo que las delicadas y jovencitas, si lo veía conveniente la superiora. El refectorio se adornaba con colgaduras y flores.
“El día del Corpus fue un día de cielo, las religiosas alrededor del augusto Sacramento ardían en el amor divino sin aceptar a separarse de aquella hoguera de divinos amores, porque en el coro parecían serafines humanados. Y así se pasó la octava, durante la cual se hizo la novena al Corazón adorable de Jesús…”. (M. Trinidad Carreras)
Hoy día, y como repetía en sus cartas, es para toda la Congregación: ¡Nuestra gran Fiesta! ¡Día del Amor!
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