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“Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Hechos 20,24

Puedes llegar a ser la persona que más conozca sobre él, pero si no estás dispuesto a comprometerte hasta las últimas consecuencias de tus actos poniendo todo tu corazón, nada representa, de nada sirve.

Los hay que cuidan enfermos, otras como nosotras, viajan miles de kilómetros para educar o evangelizar abiertos a los signos de los tiempos, por amor a Cristo. Los hay de todos los tipos, respondiendo siempre a las necesidades de la Iglesia y de este mundo en constante cambio…itinerante.

El apostolado, según el Código de Derecho Canónico CAPÍTULO V DEL  APOSTOLADO DE LOS INSTITUTOS dice: “El apostolado de todos los religiosos consiste primeramente en el testimonio de su vida consagrada, que han de fomentar con la oración y con la penitencia. En los institutos que se dedican a obras de apostolado, la actividad apostólica forma parte de su propia naturaleza. Por tanto, la vida entera de los miembros ha de estar llena de espíritu apostólico y toda la acción apostólica debe estar informada por el espíritu religioso.

La actividad apostólica ha de brotar siempre de la unión íntima con Dios, y a la vez confirmarla y fomentarla.

La actividad apostólica, que se realice en nombre de la Iglesia y por su mandato, debe ejercerse en comunión con ella.

Dicen que el amor es la fuerza armonizadora y dinamizadora que mueve el mundo, dicen que sin amor todas las renuncias, todos los propósitos, inclusos todos los deseos de un futuro mejor, se quedan en la vanagloria de quién las realiza. El amor es el huracán que, a su paso, pone todo en su sitio y da a cada cosa el significado concreto, claro y útil que necesita.Todas las proezas del cristianismo, sus hazañas en el plano espiritual, todo, absolutamente todo está supeditado al AMOR.

Y este amor, este manantial social que brota del corazón de la Iglesia tiene a Cristo como fin único.

La misión puede enamorarte, puede también hastiarte. El secreto está en redescubrir cada mañana esa fuerza de amor que nace en tu corazón desde el Corazón de Cristo. Desde luego nada es lo mismo cuando es el amor el que lo renueva todo.

Hay hermanas que llevan 30, 40 años en la misión; lejos de los suyos, de sus tradiciones, de las comidas, de abrazar a un familiar cuando lo necesita…, entonces, sólo el amor da verdadero sentido y al mismo tiempo te impulsa a seguir, sabiendo que no es por ti nada de lo que haces. Cuando eres misionera, cuando el Señor te llama a anunciar con tu palabra y presencia su amor incansable, inagotable y sublime, en algún punto si no lo has vivido antes, te vacías de todo lo que puede suponer un estorbo. No lo haces en realidad del todo tú, aunque pones las ganas. El Señor va moldeando el barro duro y tosco, y lo convierte en la pieza que encaja allí dónde Él te necesita. Tu disponibilidad ayuda, pero Dios es infinitamente bueno, y frente a las renuncias, te presenta la “Tierra Prometida”, te enseña todo lo que vivirás en ella, todo el bien que harás de su mano, te muestra los frutos y tú por pura fe, vas y acoges su plan.

Comienzas a prepararlo todo, nada te frena: maletas, ropa, los libros imprescindibles. Tampoco es que se lleve mucho, pero algo llevas. Luego, todo es fe: un cerrar los ojos y abandonarte como barquillo en el mar, al cuidado del Maestro. Y no, no duerme el que te ama.

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