

Dos nombres ha habido en la vida de Sor María que nos servían para meternos siempre con ella; uno era el de su bautismo porque ni más ni menos que se les ocurrió llamarla “Fortunata” y otro era el del pueblo palentino en que nació, “Castromocho”. Pues sí, Sor María como todos la hemos conocido era la niña “Fortu” que nació en “Castromocho” el día 05 de marzo de 1953. La cuarta de los cuatro hijos que tuvieron Lorenzo Clérigo y Encarnación González que, llenos de generosidad, poco disfrutaron de sus juegos y risas para proporcionarles un futuro que en aquella aldea de los años cincuenta, nunca hubiesen tenido la oportunidad de conseguirlo. Al cuidado de la abuela materna y el tío sacerdote los cuatro hermanos crecieron y se formaron en Bilbao, los chicos en el colegio de Salesianos de Deusto y las chicas en el Madre de Dios donde “Fortu” se encontró con las religiosas que más adelante acogerían su vocación y donde ha entregado al Señor su vida. Con ellas estudió Bachillerato y después Perito Mercantil en la Escuela Profesional de Comercio de Bilbao al tiempo que las religiosas le ayudaron a intuir por dónde el Señor la quería y así, a la sólida religiosidad familiar que imprimió en su vida valores profundamente cristianos de verdad, honestidad, servicio, sentido del deber, la cercanía a la Congregación le abrió la vida a la espiritualidad eucarística que fue haciendo de “Fortu”, una Sor María generosa, conversadora, alegre, feliz, educadora, adoradora…
Sor María profesó en Madrid junto con Sor Begoña Gómez que de compañera de estudios y amiga, pasó a hermana el día 21 de noviembre 1981 . Cursó Magisterio ya siendo religiosa y esa era su vocación: enseñar matemáticas y sobre todo “acompañar” a sus alumnos de los que fue siempre muy, muy querida. Muy aficionada a la fotografía, ha dejado memoria fotográfica de todos los servicios y comunidades por donde ha pasado. Así como su huella de alegría y bondad por los colegios Madre de Dios de Madrid y Bilbao, Nuestra Señora de Gádor de Berja y muy especialmente le ganaron el corazón los niños y niñas de la Casa Hogar de Sobrado del Obispo donde fue, no solo madre superiora, sino madre cariñosa y tierna de muchos que apenas sabían lo que era un beso y el abrazo de una mamá de verdad. Su paso por Sobrado marcó su vida y dejar aquella casa y aquella obra una verdadera renuncia de la que siempre tuvo nostalgia.
En Granada estuvo tres años que no fueron los más dulces de su vida y tal vez el inicio de una prematura enfermedad que se le dejó ver ya en el Colegio Madre de Dios de Madrid en 2017. Algunas dificultades en su vivir ordinario alertó que algo no andaba bien y el diagnóstico no se hizo esperar: un alzheimer prematuro llamaba a su puerta con apenas 60 años.
Antes y durante su enfermedad, Sor María ha sido una mujer serena, dulce; no recordamos haberla visto enfadada ni alterada nunca. Dios le había regalado unos expresivos y grandes ojos, un rostro precioso y ella lo adornó con su bonita sonrisa. Siempre alegre, sonriente y amable.
Damos gracias al Señor por esta mujer, religiosa y hermana nuestra que nos ha enriquecido con su amistad y el don de su vida y sabemos que muchos de los que leeréis esta reseña podréis decir muchas más cosas buenas y positivas porque siempre os hemos oído referiros a ella con sincero cariño y admiración. El Señor que nos la prestó, la ha recogido con el cariño de sus hermanos de sangre y de Congregación.
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