
Con profunda alegría y recogimiento, celebramos en Lisboa el cierre del Primer Centenario de nuestra Congregación, las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios.
Nos hemos reunido hermanas de todas las presencias de la Delegación Portuguesa para elevar juntas nuestra acción de gracias. Un siglo de historia contemplativa y apostólica nos sostiene: cien años de adoración continua, de entrega silenciosa y de servicio humilde en el ámbito educativo, especialmente con los más pobres y pequeños.
Desde esta tierra bendita de Portugal, donde la Providencia ha querido que permanezcamos con fidelidad, volvemos a pronunciar con confianza aquellas palabras de nuestra Madre Fundadora, la Sierva de Dios Madre Trinidad del Purísimo Corazón de María:
“Jesús me trajo y aquí me tiene, para lo que Él quiera. Suya soy.”
— Madre Trinidad
Estas palabras, escritas con sencillez y verdad, son también el eco de nuestra propia consagración. Hoy, como ayer, renovamos ante el Sagrario nuestra entrega total. Nos sentimos herederas de un fuego que no se apaga, de una misión que sigue viva: adorar, amar y reparar junto a Jesús Hostia.
Que el paso de los años no apague la llama, sino que la avive. Que donde haya una Esclava, haya consuelo, silencio fecundo y fe viva. Y que en cada comunidad, en cada obra, arda siempre el deseo de ser totalmente de Dios, por María, en la Eucaristía.
¡Adoremos a Dios, en espíritu y verdad!
DE INTERÉS…