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Hemos vivido una semana de inmersión en nuestra espiritualidad franciscana. Un grupo de hermanas peregrinamos a Asís, tierra donde el Evangelio tomó forma en san Francisco y santa Clara. Caminamos en silencio por sus calles, rezamos en las basílicas y nos dejamos enseñar por la pobreza alegre, la minoridad y la fraternidad que nacen del encuentro con Cristo.

Como Madre Trinidad frente al sepulcro de Santa Clara, nos detuvimos largo rato en oración. Allí pedimos su intercesión para custodiar el carisma con humildad y fortaleza; ante el Santísimo, renovamos el deseo de ser pan partido y, bajo el manto de María, acogimos de nuevo la llamada a servir sin ruido.

Expresamos nuestra gratitud: ochocientos años después, aprendemos de nuevo de Francisco y Clara una ruta segura —pobreza que libera, oración sencilla y amor eucarístico que se hace reparación y servicio—, para que cada casa sea Nazaret, cada aula pan compartido y cada capilla custodia encendida.

Terminamos esta peregrinación en Greccio, alabando al “Dios con nosotros” y agradecidas por estos días intensos y llenos de El.

Volvemos agradecidas y con propósitos concretos.

Que esta semana en Asís se traduzca en vida: pobreza que libera, obediencia que escucha, caridad que construye. Como Esclavas, queremos ser lámparas en guardia ante el Sagrario y manos abiertas en el aula y en la calle, donde el Señor nos espera. Paz y bien.

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